Se termina el verano y con el comienzan las prisas por perder esos kilos que se han acumulado durante las vacaciones.
Informamos desde la Clínica Feel Good, que el 60% de las dietas que se empiezan tras las vacaciones se hacen sin control médico. Este dato es preocupante, ya que implica que no se detectan las necesidades ni carencias que realmente necesita suplir el organismo de las personas que inician una dieta sin control. La Doctora Amaro, especialista en nutrición y Directora de la Clínica hace especial hincapié en esto ya que “la obesidad va asociada a una patología, la patología a una serie de fármacos y todo esto sólo lo pueden manejar los médicos especialistas en nutrición. La salud es cosa de la medicina por eso hay que controlar el peligro que supone hacer una dieta tras otra sin vigilancia ni supervisión médica”, afirma. Y es que la mayoría de las dietas que se inician sin un estricto control médico no contienen los aportes nutricionales recomendados por un profesional médico, y esto puede derivar en consecuencias indeseadas relacionadas con problemas de salud. De hecho, más del 80% de las personas que no siguen un control terminan por sufrir el efecto rebote con el paso de los meses y las analíticas demuestran carencias vitamínicas, minerales, alteraciones en colesterol, transaminasas, glucemia, iones (lo cual puede ser realmente peligroso para nuestra salud). El objetivo de sólo ponerse a dieta para una época determinada del año, no sirve. El cuerpo humano no sólo tiene que cuidarse para lucir en un momento concreto sino que debe recibir unas pautas alimenticias que ayuden a controlar el peso y a mantener en un estado saludable el organismo. Por lo general, las dietas a las que se recurre tras la vuelta del período vacacional tienen un denominador común que es el de carencias alimenticias y sobredosis de proteínas en la mayoría de ellas. Esto es un error ya que las dietas hiperproteicas dañan seriamente al organismo en el medio y largo plazo. Se trata de encontrar el equilibrio entre las necesidades metabólicas individualizadas para cada paciente, adecuar la actividad física según su estado de salud y adaptar a su ritmo de vida una alimentación saludable, tal y como señalamos desde la Clínica Feel Good.
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Evitar llevar una vida sedentaria haciendo ejercicio físico y cuidando la alimentación tiene que llevar implícito un entrenamiento personalizado adaptado a nuestras condiciones físicas y circunstancias o estilo de vida.
No todos tenemos una actividad diaria igual, ni siquiera una actividad física, y el ritmo de vida condiciona mucho lo que hacemos en el día a día. En eso consiste el entrenamiento funcional, en adaptarlo a las circunstancias personales, trabajo y estilo de vida. El fin es el de mejorar el estado general de la salud y el rendimiento, para prevenir lesiones o perder peso. También para buscar cambios, ya que el sedentarismo afecta a nuestro cuerpo en forma de dolores de espalda, de cervicales, etc... No todas las personas que acuden a un gimnasio quieren mejorar unas marcas sino simplemente mantener una línea de actividad física que mejore su calidad de vida. Y con ello también hablamos del running, ya que no todo el mundo sale a correr grandes distancias de fondo o por tiempos. Casi siempre hablamos de ejercicio aeróbico, pero también se puede alternar alguna actividad anaeróbica. La interacción muscular es la manera en la que funciona nuestro cuerpo, unos con otros de forma armónica. El entrenamiento funcional parte de la base de conocer las necesidades y peculiaridades de cada persona, estudia y analiza la actividad de cada persona y adapta los entrenamientos a los objetivos que garanticen la eficacia para lo que se diseñaron. Se busca una optimización general y crear unas aptitudes físicas que tengan continuidad. Equilibrar el cuerpo, prevención, pérdida de grasa y corrección de algunos vicios posturales son algunos de los objetivos que se persiguen. A la hora de hacer ejercicio, tenemos que tener en cuenta dos aspectos fundamentales. Uno, el ejercicio que queremos vincular a la pérdida de grasa y otro con el que buscamos un mayor desarrollo muscular en otro estadío diferente y otras necesidades distintas a la de la dieta.
En el primero de ellos estamos hablando de un ejercicio aeróbico con el que pretendemos decir adiós al mayor número de grasas posibles. Hay que encontrar un equilibrio en el ejercicio aeróbico que pretendemos hacer, con el que nos sintamos cómodos y que nos permita alcanzar el objetivo. Mientras hacemos este ejercicio aeróbico, debemos alcanzar una frecuencia cardíaca óptima para maximizar el esfuerzo. Un ejercicio con intensidad moderada cerca del 75% de nuestra capacidad ya está cumpliendo con su función y actividad aeróbica, normalmente controlable con un pulsómetro. La natación, caminar a un ritmo elevado, la bicicleta o el remo son algunos de los ejercicios aeróbicos más recomendados en este sentido. Con una práctica de 25 minutos estaremos dedicándole el tiempo ideal. El segundo tipo de ejercicio al que vinculamos con la obtención de un mayor desarrollo muscular y no tanto a la pérdida de peso, es el anaeróbico. Son actividades físicas más breves basadas más en la fuerza como sprints o levantamiento de pesas. Requiere una mayor intensidad ya que el metabolismo se desarrolla exclusivamente en los músculos y sus reservas, sin utilizar el oxígeno de la respiración. Cualquier carrera corta a gran velocidad, las abdominales, el levantamiento de pesas o el lanzamiento de balón medicinal son algunos ejemplos de ejercicios anaeróbicos. Todos ellos fortalecen los músculos, mejoran la capacidad para combatir la fatiga, hacen trabajar al corazón y al sistema circulatorio y más que para perder peso ayudan a evitar el exceso de grasa y a controlar el peso. En Feel Good y con el Método amaro, ajustamos tu actividad física a la necesidad real en la que te encuentres, combinando aeróbico y anaeróbico según tu estado físico y de salud. Combinar ejercicio y alimentación de forma correcta es vital para mejorar el rendimiento físico. Los huesos son muy importantes para garantizar un buen estado físico. Para evitar y prevenir desgastes más dolorosos o lesiones existen una serie de alimentos que fortalecen los huesos.
Tanto la vitamina D como el calcio son dos componentes vitales para el rendimiento deportivo. Da igual si sólo caminas o entrenas cinco kilómetros al día. La vitamina D ayuda a la absorción del calcio. Los lácteos como la leche entera, los quesos, la crema de leche o el yogurt son una fuente rica en calcio. Si existiese alguna intolerancia a la lactosa, la leche de soja también es una buena alternativa. Otros alimentos como las sardinas, en su estado natural y no en conserva, son ricos en calcio y en omega 3 que también reduce riesgos de lesiones óseas. Los cereales fortificados contienen un alto contenido en calcio, pero también de gran cantidad de vitaminas y minerales necesarios para cualquier deportista. El tofu presenta una de las mayores concentraciones de calcio, siendo de 250 mg por media taza que se ingiera de este alimento. Los vegetales de hojas verdes son antioxidantes pero también ayudan a mantener los huesos sanos gracias a la vitamina K y el ácido fólico. El brócoli, las espinacas, el repollo o la lechuga son buenos ejemplos de ello. ¿Qué tipo de ejercicios puedo hacer para fortalecer los huesos? Una vez que hemos probado una alimentación sana para los huesos, ahora toca hacer ejercicio. Te proponemos estos ejercicios para fortalecer de una manera efectiva nuestro 'esqueleto': Hacer flexiones de cuclillas, sin flexional el torso y con peso muerto. Consulta este ejercicio con tu médico si tienes sobrepeso u obesidad. Sentadillas con pelota medicinal, flexionando rodillas y bajando el cuerpo lentamente. Da un pequeño salto al subir mientras estiras los brazos hacia arriba. Consulta también con tu médico. Realiza saltos en pequeña altura durante varias repeticiones y estira bien antes y después de cada tanda que realices. |
AutorDra. Amaro Archivos
Agosto 2018
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